Eres tú mi héroe

 
 

Resumen:

Noctis, un teniente experimentado ha regresado de Afganistán, pero al llegar de nuevo a casa, siente que todo ha cambiado, la guerra le cambió, ahora está más susceptible a los ruidos, a la gente, no controla sus impulsos ni sus emociones. Por las noches un chico rubio de su edad se le aparece en sueños y empieza a sentirse a gusto a su lado, despertándose por las mañanas aún más confuso sin saber quién es ese chico que se le aparece en sueños y siempre acaba con la misma frase "¿Eres tú mi héroe?". Noctis tendrá que descubrir el verdadero significado de esa frase mientras trata de averiguar quien es ese chico misterioso que todas las noches le pide ayuda.

 

Notas: Cloud está en coma, era fotógrafo en el frente y al volver a casa un coche lo atropelló dejándole en coma. Su mente contacta con el último que vio, una fotografía de Noctis recogiendo la placa de uno de sus compañeros para llevarlo a casa de vuelta. Noctis va a un psicólogo pero no consigue nada. Noctis decide emprender un viaje a pie junto a su perro para devolver las placas de los militares y tratar de encontrar a ese chico misterioso.

 

 

Capítulo 1: Regreso a casa.

La guerra… cada persona la percibe de una manera, para mí sólo es un trabajo. Cuando cumplí los dieciocho años decidí ingresar en el ejército. En mi familia ninguno era militar, todos eran simples granjeros en Missouri, y a mí me esperaba exactamente eso, seguir la tradición familiar y convertirme en granjero… pero yo tenía otros planes, fue la causa de convertirme en Marine.

He conseguido mucho en la vida, tengo veintinueve años y ya soy Teniente. Ahora me encuentro de misión en Afganistán, me mandaron aquí para comandar un pequeño batallón. Me gusta mi trabajo o al menos… en ocasiones.

Mi principal motivación es proteger a mi país, por eso estoy aquí, aunque de vez en cuando me cuestiono el alto precio de protegerlo.

Desde que llegué a esta inhóspita tierra hace dos años, he visto morir a cientos de hombres. La muerte siempre estaba presente, granadas que hacían saltar por los aires a nuestro convoy, hombres que desafortunadamente pisaban minas, también los había que fallecían en los fuegos cruzados, en fin… esta tierra era como un infierno en vida, no podías encariñarte con nadie y muchas veces me preguntaba cuándo llegaría mi hora, sobre todo después de haber visto tantas maneras inimaginables de morir. Si hoy en día me preguntasen qué es la guerra… tendría una respuesta muy diferente a la que habría tenido cuando me alisté en el ejército.

A los soldados nos preparaban para todo, o eso piensan, en realidad uno no está preparado para asimilar lo que sucede en el campo de batalla. Nos enseñaban a defendernos, a sobrevivir, a proteger a los nuestros, pero nadie nos podía preparar para la carga psicológica a la que nos enfrentábamos todos y cada uno de los días.

-       Teniente – escuché que me llamaba alguien, lo que hizo que me diese cuenta que aún no había escrito nada de la carta que quería mandar a mis padres.

La voz era de un soldado de mi batallón, entró en mi pequeña oficina de la base entregándome unos documentos. Enviaban a mi escuadrón a una misión y sabía que ésta sería la última orden que iba a firmar, pues yo ya tenía mi orden de regresar a casa. Dos largos e interminables años había permanecido aquí y tras tan larga espera, por fin volvería a ver a mi familia.

Firmé y me marché a recoger mis cosas, unos soldados me acercarían con el jeep al aeropuerto. Me despedí allí de mis hombres cuadrándome frente a ellos y subí al avión militar junto con el resto de los hombres que regresaban a casa. Sólo cuando llevábamos casi media hora de vuelo, es cuando conseguí cerrar los ojos en un vano intento de descansar todo lo que no había descansado en estos años.

El ruido de los motores petardeando me hizo abrir los ojos sobresaltado. Lo que me hizo meditar que nada volvería a ser lo mismo cuando regresase a casa, haber estado dos años escuchando el constante ruido de armas y habiendo visto con mis propios ojos lo que significaba la guerra… eso no lo superaría de la noche a la mañana, sigo siendo incapaz de descansar completamente, mi cuerpo permanece alerta al mínimo ruido, a cualquier cosa que pueda causarme daño.

-       ¿Se encuentra bien Teniente? – me preguntó uno de los hombres al verme abrir los ojos.

-       Sí – le dije con una sonrisa algo forzada.

-       ¿Nervioso por volver a ver a los suyos?

-       Ya lo creo – le dije apenas en un susurro mientras miraba por la pequeña ventanilla circular.

Estábamos llegando al aeropuerto, notaba el descenso del avión y cuando tocó tierra, me apresuré a coger mis cosas y salir de allí. Había mucha gente, la mayoría mujeres con niños y padres de los soldados que regresaban. Uno de los soldados pasó por mi lado corriendo soltando su bolsa y abrazó a un niño pequeño que corría hacia él, supuse que era su hijo y la mujer con mirada tierna que estaba esperando detrás, debía ser su esposa.

Seguí caminando hasta que vi a mi hermana con un semblante serio, intentando ponerse de puntillas para ver a través de toda la gente que se agolpaba esperándonos. Sonreí y cuando ella consiguió verme sonrió también, iba haciéndose hueco entre la gente hasta que finalmente se colgó de mi cuello dándome un fuerte y cálido abrazo. Su rostro descansó en mi clavícula, en segundos empezó a llorar por la emoción y la alegría de tenerme de nuevo en casa ¡Mi hermana siempre fue muy emotiva!.

-       ¿Qué tal ha ido el vuelo? – me preguntó con una sonrisa a la par que se quitaba las lágrimas.

-       Ha ido bien. Con muchas ganas de llegar a casa y descansar.

-       Vamos, tengo el coche en el parking.

Acompañé a mi hermana mientras apoyaba mi mano en su suave cabello rubio y le sonreía. Había echado de menos a mi familia pero por fin estaba en casa. El ejército nos había traído al aeropuerto de Springfield, así que aún me quedaban dos horas y media de coche hasta casa y es que nosotros vivíamos a las afueras de la ciudad de Van Buren, capital del condado de Ripley. Yo ya no la consideraba una ciudad, apenas llegábamos a los ochocientos habitantes, así que para mí, era como un pequeño pueblo pacífico y agradable para vivir, para comenzar de  nuevo. Era el lugar perfecto, me gustaba mi localidad natal.

Llegamos al coche y fue mi hermana quien condujo, cosa que agradecí, ya que estaba muy cansado incluso para cogerlo, habían sido demasiadas horas de vuelo en ese trasto del ejército en el que no dejabas de pensar… ¡Puedo caer en cualquier momento!. El ruido de aquella máquina metálica era atronador y aunque debía haberme acostumbrado ya después de tanto tiempo, no era así, creo que hay cosas en la vida a las que no llegas a acostumbrarte jamás. Miré por la ventanilla durante el trayecto, mi hermana hablaba de algo, pero yo tampoco la escuchaba muy bien, la oía lejana y sólo podía centrarme en la copa de los árboles que pasábamos, en las carreteras, en los otros coches del sentido contrario, en las praderas que se veían, finalmente mis ojos se cerraron por el cansancio.

-       Noctis – escuché que me llamaban – ey Noc… despierta.

Cuando abrí los ojos, sentí la mano de mi hermana tocando mi hombro tratando de despertarme y lo hice algo confuso, no sabía muy bien dónde estaba pero ella me tranquilizó con una agradable mirada. Miré por la ventanilla, estaba anocheciendo y el cielo tenía un característico tono rojizo.

-       Lo siento, me he quedado dormido – me disculpé.

-       No te preocupes. Vamos, seguro que todos tienen muchas ganas de verte.

Abrí la puerta del coche y caminé hacia el portal de la casa cogiendo mi bolsa, cuando de repente la puerta se abrió de golpe, un husky siberiano vino corriendo hacia mí llorando. No me dio tiempo a soltar las cosas, se tiró encima de mí y acabamos los dos en el suelo, me besó con desesperación mientras yo no podía parar de reír, era imposible tranquilizarlo en ese estado de excitación y es que era lógico, lo acogí cuando sólo era un cachorro, él también había notado la ausencia de estos dos años. Por suerte fue mi hermana la que lo cuidó mientras yo estaba de servicio en Afganistán.

Todavía en el suelo, apareció mi sobrino con una gran sonrisa y también se abalanzó sobre mí, mientras tanto pude ver en la puerta a mis padres riendo y esperando pacientes para poder ir con ellos.

Cuando conseguí levantarme cogí a mi sobrino en brazos y caminé hasta la puerta para abrazar a mis padres. Mi padre aunque siempre fue un hombre con un carácter fuerte, sonrió y me abrazó, estaba contento de que hubiera regresado mientras mi madre, con su dulzura habitual, se limpió alguna lágrima antes de abrazarme y llenarme de besos.

En el interior de la casa olía a pato a la naranja, la especialidad de mi madre y mi plato favorito, seguramente habría estado toda la tarde cocinando. No me atreví a decirle que estaba cansado y que no tenía mucha hambre después de todo su esfuerzo, así que saqué acopio de mi fuerza de voluntad y me quedé un rato más intentando no aparentar estar cansado. Ayudé a mi madre y a mi hermana a poner la mesa mientras mi sobrino veía la televisión o jugaba a algo, no estaba seguro pero cuando escuché los disparos, el plato que acababa de coger se me cayó al suelo y mi mano fue directamente a buscar mi arma, aunque al no encontrarla recordé que la había dejado en la bolsa porque no creí que aquí fuera a necesitarla. No encontrarla me tranquilizó y miré hacia la televisión donde mi sobrino estaba jugando a la consola, pero ahora todos me miraban a mí.

-       Lo siento – comenté con seriedad agachándome a recoger los trozos del plato.

-       No te preocupes cielo – dijo mi madre cogiendo mis manos y obligándome a levantarme – yo lo recojo, ve a sentarte.

-       Samuel, apaga eso – escuché que mi hermana le gritaba a su hijo.

Sé que lo hacía por mí, se había preocupado por mi reacción al escuchar unos disparos que sólo venían de un maldito juego. Intenté calmarme, intenté mentalizarme de que aquí estaba a salvo, ya no estaba en Afganistán, ya no tenía que recurrir a mi arma, ni tenía que proteger a mis hombres, no escucharía bombas constantemente, ni explosiones, ni granadas, no tendría que preocuparme de pisar una mina, pero aún así… mi cuerpo seguía reaccionando para defenderse de cosas que ya no estaban en mi vida.

Me senté a cenar con la familia y traté de calmarme y de sonreír, porque ninguno de los presentes tenía la culpa de que yo hubiera vuelto tan susceptible. Quería regalarles una velada tranquila y agradable, se lo debía después de haberme marchado a la otra punta del país y haberles hecho pasar por el sufrimiento de esperar durante dos años con esa incertidumbre de si estaba vivo o muerto. La angustia que probablemente les había causado ahora podía recompensarla. Me alegró ver que mi madre radiaba alegría y descanso por el hecho de haber regresado de una sola pieza.

La conversación de la mesa giró en torno a mi hermana. Se había divorciado hace un año y me alegraba de ello, no le convenía para nada un hombre como aquel. La televisión estaba encendida aunque no escuchaba nada, mi familia prefería hablar en la mesa y habían bajado el volumen de la televisión, yo sabía que no la apagarían porque a mi padre le gustaba ver las noticias, nunca se las perdía. Supongo que yo era la causa ya que me había ido pese al coste de arriesgar mi vida, siendo las noticias el único medio de recibir información sobre las tropas, ya que nadie iba a acercarse a su puerta a decirle que estaba vivo, en caso de aparecer… le habrían dicho que había fallecido.

Mientras mi hermana acababa de explicarme lo de su divorcio, escuché el ruido de caminos que reconocí enseguida, provenían de la televisión. Era una noticia donde aparecían camiones del ejército llenos de soldados avanzando por el desierto, sin saber el motivo, apreté la copa con la suficiente fuerza para romperla y me corté, provocando que todos me mirasen preocupados, y tanto mi madre como mi hermana cogieron sus servilletas tratando de tapar el corte de mi mano.

-       Estoy bien – les dije, aunque dejé a mi madre que pusiera la servilleta – estoy bien, enserio, sólo… no estoy acostumbrado a copas tan finas.

Le sonreí intentando calmarla con mi mentira. Mi hermana apagó la televisión y tras curarme la mano terminamos de cenar. Me marché a dormir enseguida dejando a las mujeres terminar de recoger los platos. Ni siquiera tuve ganas de ducharme, por la mañana lo haría, estaba demasiado cansado. Me tumbé, cerré los ojos y me dejé llevar.

Me encontraba de nuevo en Afganistán, había un pelotón frente a mí, unos soldados muy jóvenes que caminaban delante cargados con sus equipos. Les seguí sin saber muy bien qué más hacer. Todo estaba oscuro y tan sólo les veía a ellos caminar con lentitud sobre ésta arena rojiza. Uno de los jóvenes se detuvo en seco y me sorprendió, era un chico de cabello rubio con un casco militar y una placa de identificación en el cuello, pero estaba demasiado lejos como para ver su número.

-       ¿Eres tú mi héroe? – preguntó el joven con una ligera sonrisa y un acento extraño.

No me pareció estadounidense. Quise contestarle pero…

Me desperté de golpe por la alarma de un despertador en el cuarto de al lado y por el grito de mi sobrino que estaría jugando por el pasillo. Mi puerta seguía cerrada, estaba sudando y traté de calmarme, no estaba en Afganistán, ya no estaba allí, sino en mi cuarto, con mi familia, estaba a salvo. Traté de olvidar aquel sueño y me vestí para bajar junto a mi familia. Un nuevo día comenzaba.

Capítulo 2: Algo por hacer

Bajé hacia la cocina movido por el incesante ruido de los utensilios. Me acerqué a la puerta viendo a mi familia preparar el desayuno y sonreí. Mi hermana y mi madre conversaban sonrientes sobre mi regreso. Me había quedado apoyado en el marco de la puerta viendo la escena y sonriendo como un tonto, me gustaba ver la casa animada y me sobresalté un poco cuando mi padre colocó su mano en mi hombro sonriendo.

-       Pasa hijo, desayunemos – me comentó y le seguí hacia la mesa.

El hijo de mi hermana vino corriendo y se sentó a mi lado contento empezando a desayunar. Apenas estaba a mitad de mi agradable desayuno con la familia cuando el teléfono sonó y todos me miraron. No tenía intención de cogerlo porque mis padres siempre intentaban que nada entorpeciera las comidas pero al ver los ojos de mi padre, supe que tenía que cogerlo. Él se sentía orgulloso de mí y de mi trabajo así que me disculpé y me levanté descolgando.

-       ¿Teniente Noctis?

-       Si, soy yo – le respondí.

-       Soy el Sargento Greg Crownell.

-       ¿En qué puedo ayudarte Sargento?

-       Me han llegado las chapas de identificación de algunos de sus chicos, los cuerpos ya han sido devueltos a sus familias. Íbamos a mandar las placas pero prefería preguntar si querría enviarlas usted ya que eran sus hombres.

-       Gracias por el aviso. Déjelas en la consigna, iré esta misma tarde a recogerlas. Las entregaré en persona.

-       ¿Te-Teniente? No solemos enviarlas en persona – me comentó.

-       Lo sé, pero tengo unos días libres y creo que las familias se merecen que vaya personalmente.

-       De acuerdo Teniente.

Colgué el teléfono pero al girarme me encontré con mi padre apoyado en el marco de la puerta y aquello me sorprendió. Me quedé estático unos segundos sin saber qué hacer hasta que él habló.

-       ¿Te marchas de nuevo? – me preguntó con un tono de preocupación.

-       Sí pero no es lo que crees – le dije – perdimos a algunos hombres y quiero devolverles las placas yo mismo a sus familias, se lo debo.

-       No les debes nada Noc – me dijo – tú has cumplido ya por este país, lo haces todos los días y esos hombres sabían lo que hacían cuando se alistaron, igual que tú.

-       Quiero hacerlo – le dije serio y él sonrió.

-       Entonces de acuerdo.

Ese día toda mi familia estuvo en silencio, sé que no terminaban de entenderme o quizá sí, sabían que necesitaba hacerlo para quitarme un peso de encima pero estaban preocupados por mí. Mientras me preparaba una mochila con algo de ropa mi madre me observaba en silencio y me traía algunas cosas, medicinas y comida sobre todo. Yo sonreí y cuando vi que alguna lágrima le saldría, la abracé tranquilizándola, ahora todo estaba bien, sólo iba a pasar por algunos condados y devolver las chapas, nada más, no me iba a Afganistán de nuevo.

Partí con el perro y caminé. Pasé por la base únicamente a recoger las chapas y me marché de allí rumbo a mi primer destino. Mucha gente se preguntaría por qué me llevaba al perro o por qué caminaba en lugar de coger transporte, la verdad es que me apetecía estar sólo, me apetecía caminar, pero a veces… también es bueno tener compañía y mi perro siempre había sido mi mejor amigo ¿Por qué no llevarlo conmigo? Ambos emprenderíamos la aventura de nuestra vida, un viaje que para mí pretendía ser la búsqueda de un remedio a todo lo que me estaba ocurriendo últimamente.

La primera semana fue la peor en cuanto a sueños, el mismo chico aparecía una y otra vez en mis sueños y siempre me decía lo mismo “¿Eres tú mi héroe?”. Seguía sin saber lo que significaba y hasta había tratado de mirarlo en Internet cuando me hospedaba en algún hostal, pero nada. Todas las noches era lo mismo y todas las noches me despertaba antes de poder hablar con él, pero yo intentaba fijarme en más y más detalles que me aclarasen quién podría ser.

Creo que era un militar y posiblemente habría estado en Afganistán, siempre venía acompañado de soldados aunque no conseguía ver los números de su placa. Lo que cada vez tenía más claro, es que su acento no era americano ni tampoco anglosajón. Los sueños cada vez eran más intensos.

Abrí los ojos. Los granos de arena se arremolinaban frente a mí y cerré la mano sintiendo la arena pasar entre mis dedos, estaba tumbado. Me incorporé despacio, aún estaba desorientado pero… delante de mí estaba de nuevo el mismo desierto de todas las noches, los mismos soldados que caminaban y aquel chico. Se giró mirándome con aquellos intensos ojos azules y vi sus labios moverse para hablar, pero yo lo impedí.

-       ¿Quién eres? ¿Por qué apareces una y otra vez? – pregunté y él se quedó atónito.

-       Yo soy…

Intenté escucharle, no podía oírle pero sí escuchaba cómo me pedía ayuda.

-       ¿Qué puedo hacer por ti? – pregunté – no entiendo nada.

-       Ayúdame – me dijo de nuevo.

Me desperté sobresaltado pero esta vez tenía algo muy reciente, me había fijado en su placa de identificación y me levanté corriendo a apuntar los dígitos en un papel. Esa mañana devolví la quinta placa a los padres del soldado y continué caminando hasta Oklahoma, allí me hospedé en una de las bases militares y me conecté a Internet para identificar ese número, no era nuestro, era del ejército español y por fin empezaba a entender por qué su acento no me resultaba para nada inglés. Tuve que preguntar en la embajada y al final conseguí adivinar algo, no era un soldado, se llamaba Cloud Strife y era reportero de guerra, le habían enviado a Afganistán para documentar lo que ocurría.

¡Los hilos que había tenido que mover para descubrir todo esto! no era propensos a darme la información, hasta mis superiores me habían preguntado para qué necesitaba saber sobre ese chico. Creo que me lo estaba tomando muy a pecho todo este asunto.

Creí que el chico estaría aún en Afganistán, que podría tener problemas, pero me habían informado de que hacía unos días había vuelto a su hogar. No me dieron su dirección como era normal, no sabían mis intenciones y no se fiaban, algo que comprendía. Tampoco podía ir así sin más, era un gran vuelo hasta España sólo por un sueño.

Esa noche me acosté en la cama del hostal y jugué con el papel donde estaban escritos los dígitos de la identificación de ese chico. No entendía por qué seguía apareciéndose en mis sueños, yo no le había visto nunca, no habíamos coincidido ¿Por qué se me aparecía precisamente a mí? ¿Qué le ocurría para tener que pedir ayuda?

Cerré las manos sintiendo de nuevo la arena. Cada vez que abría los ojos… ese inmenso desierto aparecía frente a mí. El chico rubio caminaba delante y me incorporé con rapidez corriendo tras él hasta que cogí su brazo. Su brazo tenía unas extrañas marcas, unos raspones pero no le di importancia, miré directamente a sus ojos.

-       ¿Cloud Strife? – le pregunté y él se sorprendió.

-       ¿Me conoces? – me preguntó sonriendo – por favor… ayúdame.

-       ¿Qué necesitas de mí?

-       Yo… estoy… tienes que ayudarme, el hospital, estoy en un hospital. ¿Eres soldado? – me preguntó y me miré dándome cuenta de que llevaba mi uniforme - ¿Marine?

-       Sí – le dije.

-       Estuve con unos marines hace tiempo – me dijo sonriendo – me dieron un trago de whisky de una petaca.

-       Ya. No eres un soldado ¿Verdad? ¿Qué hacías en Afganistán?

-       Soy reportero, me habían mandado para cubrir las noticias de todo lo que estaba pasando, he estado casi un año en esa tierra alejado de mi familia.

-       ¿Sigues en Afganistán?

-       No. Creo que volví a casa, vi a mi familia, recuerdo haber cenado con ellos, haber entregado la noticia.

El chico desaparecía ante mis ojos de nuevo, no lo entendía pero creo que me estaba despertado.

-       Dime cómo puedo encontrarte. Dime cómo ayudarte.

-       Me estoy muriendo – fue lo único que escuché antes de despertarme de nuevo.

No quería abrir los ojos pese al molesto ruido de alguien golpeando en la puerta de mi habitación. Escuchaba como alguien hablaba y preguntaba por mí así que contesté que ya iba. Me levanté buscando un pantalón mientras mi perro me miraba. Le hice una caricia y continué hacia la puerta abriéndola, era el dueño del hostal comunicándome que ya se acercaba la hora en que debía abandonar la habitación para que limpiasen. Decidí ponerme en marcha. Desayuné en el exterior de la cafetería junto a mi perro y empezamos de nuevo a caminar.

Hoy tenía que entregar dos placas así que no tenía tiempo que perder. Todo el camino lo hice pensando en ese chico, mi vida empezaba a girar en torno a mis sueños con él y eso me hacía dudar de la propia realidad. ¿Me estaba volviendo loco? No conocía de nada a ese chico pero me sentía bien cuando aparecía a mi lado.

Entregué las placas y seguí mi camino. Transcurrieron dos largas semanas donde por primera vez, empecé a sentirme cada vez más cercano a ese chico que se aparecía en mis sueños. Algo me atraía de él, no sabría decir qué era, pero últimamente habíamos tenido conversaciones sobre la familia, sobre sus gustos, sus deseos, su futuro, me gustaba ver sus sonrisas, esos ojos azules tan impresionantes que tenía. Creo… que me estaba enamorando de él y era un gran problema, porque ni siquiera era real, tan sólo podíamos vernos en sueños. Anhelaba dormir, cada vez lo deseaba más, me gustaba vivir en ese mundo de fantasía para poder estar con él, todo era más fácil en ese desierto.

Caminé por el desierto hasta que encontré la hoguera, Cloud estaba allí sentado en ella mirándola con detenimiento mientras quemaba unas nubes, me pareció muy americano todo aquello, porque eso lo hacía yo cuando tenía apenas ocho años y me iba con mi padre al monte de excursión o de acampada. Sonreí y me senté a su lado.

-       Coge uno – me dijo sonriendo mirando un palo con una nube.

-       Cogí el palo y lo acerqué a la hoguera empezando a quemarlo. No podía apartar mi vista de Cloud.

-       ¿Cómo sabías lo de las nubes? – le pregunté sonriendo.

-       He visto muchas películas – dijo sonriendo y yo sonreí también.

-       Te has documentado sobre nuestros gustos.

-       Es posible, soy reportero ¿Recuerdas?

-       Es cierto.

-       ¿Qué te preocupa?

-       No es nada.

-       Sí es algo. ¿Afganistán?

Aparté el palo del fuego y miré la nube que se estaba cocinando para luego mirar el fuego ardiendo frente a mí. Las noches en Afganistán eran frías y aunque era un sueño, la verdad es que la hoguera me recordaba un poco a aquel lugar.

-       Perdí a algunos hombres en este lugar – le dije – era como… un infierno en vida. Me alisté para servir a mi país, nunca creí que llegaría tan lejos por cumplir mi misión. A veces me he preguntado si era necesario sacrificar la vida de esos hombres por el país, por unas órdenes. Al menos eso me preguntaba cuando estaba allí, ahora que he vuelto a casa, me pregunto cómo se sentirá mi familia. Ellos me tratan como si fuera un héroe, en realidad no creo que lo sea, hacía mi trabajo y me siento un poco incómodo cuando estoy con ellos. Sé que no soy el mismo que era cuando me marché, estoy más susceptible.

-       Has pasado por mucho, has estado en guerra y tu cuerpo se ha adaptado a eso, relajarse no es fácil y menos después de lo que has tenido que ver y sufrir. La marine puede ayudarte.

-       Ya hablé con un Psicólogo pero… la verdad es que creo que todo esto se me irá pasando con el tiempo y algo de terapia.

-       ¿Por qué decidiste entregar las placas? ¿Fue como una medida alternativa de huir de tu familia?

-       No quería hacerles daño, como te he dicho he vuelto más susceptible, les estaba asustando cada vez que un plato resbalaba de mis manos por el miedo a unos disparos en un juego, por tonterías de la vida normal. A veces tengo que recordarme a mí mismo que ya no estoy allí.

Miré hacia Cloud que se había quedado callado. Me sonrojé al verle tan cerca de mi rostro pero no me aparté, extrañamente no me molestaba su compañía ni su cercanía. Me sentía tan bien a su lado, que todo me daba igual ya, con pasar mi tiempo a su lado era suficiente para mí. Le vi cerrar los ojos y acercarse aún más a mí. No me moví pero también cerré los ojos. Sus labios tomaron los míos en un largo y silencioso beso, en un dulce roce que se fue intensificando por la pasión del momento. Creo que me estaba enamorando de este chico de frágil sonrisa, de este chico que me pedía ayuda y que no sabía cómo hacerlo.

Al despertarme rocé mis dedos en mis labios, había sentido ese beso como si fuera real aunque sabía que no lo era. Miré el techo de la habitación y luego me fijé en el perro que me miraba sorprendido. Me decidí a una cosa… iba a encontrar a ese chico, tenía que ser real, no podía ser sólo una ilusión mía, tenía que encontrarle y lo haría aunque tuviera que cruzarme medio mundo para dar con él.

Capítulo 3: Enamorado

Todo era muy confuso últimamente. Mi vida había cambiado por completo desde que ese chico apareció en mis sueños. Era un chico increíble pero a veces pensaba que me estaba volviendo loco, ¿Cómo podía estar atrayéndome un chico que no existía? Sólo era una ilusión de mi mente, sólo aparecía en sueños. ¿Me estaba volviendo loco? Ya no estaba seguro.

Me encontraba en Arizona para entregar la última de las chapas que me faltaba. Había estado tres meses fuera de mi hogar, vagando por las carreteras de todo el país entregando las chapas a los familiares de los soldados caídos en combate. Por lo general, nunca se daba información de lo que había ocurrido en la misión, se adornaban las historias y se les decía que habían cumplido con su trabajo, que eran buenos hombres y soldados que protegían a su país, yo a veces me sentaba a contarles a las familias algunas de las cosas que recordaba de sus hijos, esposos o padres que habían servido. Eran sólo anécdotas pero creo que eran importantes para ellos, les hacía sentir mejor cuando hablabas de lo maravillosos que eran. Yo me sentía mejor al verles felices dentro de su inmenso dolor.

Aquella última visita me afectó más de la cuenta, era una viuda, su esposo ya había fallecido en otra misión en Afganistán, debía de ser tan duro perder a tu esposo en aquella tierra hostil y ahora también a su único hijo. Aguanté como pude y le entregué la placa de identificación. No me permití llorar hasta que llegué al hostal. Mi perro como siempre estaba allí presente conmigo y me senté en el suelo acariciándole. Era muy duro hacer esto, ver tantos rostros destrozados, ver mínimas sonrisas cuando les explicabas lo que habías vivido con sus hijos, hermanos o esposos.

Esa noche soñé de nuevo con Cloud. Cada vez me gustaba más estar con él pero hoy estaba demasiado deprimido después de todo lo vivido. Me senté frente a nuestra hoguera de todas las noches pero permanecí en silencio, recordar a aquella mujer y su dolor, su sufrimiento no era algo que me gustase, deseaba sacarlo de mi cabeza pero por más que lo intentase no podía.

-       Ey… ¿Qué te ocurre? – preguntó Cloud sonriendo agarrándose a mi cuello por la espalda.

-       Nada – le dije tratando de sonreír.

-       No es una cara de nada – me sonrió - ¿Qué ha ocurrido?

-       ¿Sabes que soy militar, no? – le pregunté.

-       Sí, un marine estadounidense. Has estado en Afganistán y has vuelto hace no mucho, o eso me contaste.

-       Estoy haciendo un viaje. Quería devolver en persona los efectos personales de los hombres que fallecieron bajo mis órdenes – le comenté – supongo que es más duro de lo normal.

-       ¿Quieres hablarlo? – me preguntó.

-       No, no es algo que desee hablar. Siempre he hablado de las cosas alegres pero prefiero dejar los sufrimientos fuera. ¿Sabes por qué dejan los japoneses sus zapatos fuera de la casa? – le pregunté y él sonrió.

-       No.

-       Es porque dicen que así las maldades de fuera no entran a la casa. Me siento un poco así, no quiero involucrarte en esta clase de problemas, es mejor dejar las cosas donde están. Ya no se puede hacer nada.

-       Eres un chico extraño – me dijo – pero creo… que me gustas.

No pude evitarlo más, llevaba unos meses viéndole, unos meses hablando con él y me había enamorado, ese chico era pura dulzura y aunque sabía que todo esto era un sueño y podría ser que sólo existiera en mi mente, en mis recuerdos, pero ya no podía reprimirme más, llevaba mucho tiempo sintiéndome así.

Coloqué mi mano tras su nuca y lo atraje hacia mí besándole con pasión, metiendo mi lengua en su boca explorando su cavidad. Le vi cerrar los ojos y no hizo amago de querer separarse, de hecho continuó mi beso rodeando también mi cuello entre sus brazos.

La hoguera seguía encendida pero no hacía frío, supongo que por ser un sueño, todo estaba en mi mente. Sus manos bajaron por mi espalda hasta llegar a mi camiseta y la cogió con fuerza empezando a subirla por mi torso para quitármela. Sabía lo que buscaba pero yo también deseaba estar con él, lo había deseado desde hacía algunas semanas atrás.

Levanté mis brazos para dejar que la quitase y la dejó en un lateral llenándose con la arena de este desierto, a mí todo me daba igual, total… seguramente todo estaría en mi mente. Afganistán me había cambiado, ser militar no era lo que yo había esperado cuando decidí alistarme, tenía un cargo moral y un precio muy alto, lo sabía ahora tras este viaje de redención personal que había realizado. A veces pensaba si realmente podía salvar a alguien.

Cloud me miró con dudas en sus ojos, en esos profundos ojos azules como el más hermoso de los océanos. Tenían una calma y tranquilidad que jamás había visto en nadie. Adoraba a este chico, él me salvaba todas las noches de caer ahogado en mis peores pesadillas sobre aquella misión de dos años que tuve que realizar. Él salvaba mi mente una y otra noche para evitar que cayera en la desesperación y aunque me pedía ayuda, yo no estaba seguro de cómo podía ayudarle.

Sentí como sus manos iban hacia mi pantalón y desabrochaban el cinturón buscando mi miembro y lo encontró. Lo cogió con su mano derecha con mucha calma y la movió masajeándolo con calma, cogiendo más velocidad a medida que tomaba confianza conmigo. Yo también aproveché para quitarle la camiseta dejándola junto a la mía para luego dirigirme a su erecto miembro. Escucharle gemir fue como música para mis oídos, hacía tantísimo tiempo que no estaba con nadie, supongo que nunca encontré a la persona idónea, ahora la tenía frente a mí y era un maldito sueño.

Metí mis dedos en su boca para que los lubricase y una vez los tenía humedecidos los dirigí a su entrada metiéndolos con cuidado en él. Sonrió como un chiquillo a quien acaban de regalar un dulce. Le tumbé con cuidado en la arena, era un poco molesta pero intenté imaginar que estábamos en una playa, en un lugar solitario él y yo solos, en un lugar agradable y precioso. Entré en él muy despacio tratando de no hacerle daño pero no me detuve hasta llegar al fondo y fue entonces cuando empecé a moverme. Saliendo y entrando con toda la dulzura que pude sacar uniendo mis gemidos a los suyos.

Acabé en él justo unos instantes antes de que él acabase en mi mano, pues yo no había dejado de masajear su miembro buscando su excitación y placer. Cuando todo aquello terminó, le escuché volver a suplicarme que le ayudase, siempre con aquella impresionante sonrisa.

Cuando desperté tenía a mi fiel compañero de viaje en la cama durmiendo conmigo, supongo que hasta mi perro necesitaba mimos y caricias, él también había sentido mi ausencia durante estos años y sonreí acariciándole, no volvería a irme sin él, estaríamos juntos pero tenía una clara idea en la cabeza… iba a encontrar a ese fascinante y cautivador chico que me había robado el corazón y que me pedía ayuda, tenía que ser real y debía estar en algún lado.

Capítulo 4: Búsqueda

Recorrí la mitad del continente hasta llegar a la base donde había servido. El viaje en tren no estuvo nada mal aunque tuve que convencer a varios trabajadores y agentes para que dejasen subir a mi perro a bordo. Apenas había encontrado documentación sobre Cloud pero al menos sabía que la información era verídica, ese chico existía y estaba en algún lugar pidiéndome ayuda. Tenía que ayudarle, sólo podía pensar en eso ahora mismo.

En la base todos me saludaron y tras comprobar mis credenciales me permitieron el paso a la base. Algunas mujeres de militares estaban por allí comprando o llevando a sus hijos al colegio, aquí en la base teníamos todo lo necesario y no nos hacía falta salir, aunque yo prefería vivir fuera de ella, o al menos prefería pasar un tiempo con la familia antes de regresar a mi casa y volver a la soledad. Quizá era posible que volviera si conseguía encontrar a ese chico, porque estaba dispuesto a jugarme por él, a traerle conmigo si era necesario, no quería perder la oportunidad de conocerle.

Es posible que no pudiera haber nada entre nosotros, no nos conocíamos apenas, pero yo quería intentarlo, no quería quedarme con la duda después de saber qué pudo haber pasado si me hubiera arriesgado en esta relación tan extraña.

Me acerqué hasta las oficinas y pregunté por un viejo amigo informático, sé que iba a pedirle una locura y que seguramente no querría ayudarme, pero necesitaba los datos de ese chico,  necesitaba saber que no me estaba volviendo loco ni enamorando de una sombra. Sabía que existía o lo había hecho, era corresponsal de guerra y le mandaron a su país, ¿Seguía vivo? Esa era mi gran pregunta, necesitaba saberlo y con urgencia.

Crucé todas las oficinas a paso rápido y bajé las escaleras hacia el departamento de inteligencia buscando a mi compañero. Lo encontré tras su mesa con la vista fija en la pantalla de su ordenador. Me coloqué frente a su mesa y al levantar la mirada reconociéndome, me saludó sonriendo levantándose a abrazarme.

-       Sargento Noctis Lucis – me llamó feliz Zack – me dijeron que habías regresado a casa hace unos meses. Me pasé a saludarte por tu casa pero no estabas.

-       Fui a ver a la familia – le comenté – y a devolver unas placas de identificación a los familiares de los caídos.

-       Eso es bueno. ¿Cómo estás? – me preguntó preocupado.

-       Creo que bien aunque necesito un gran favor.

-       ¿Ya vas a meterme en líos de nuevo como en los viejos tiempos? – me preguntó sonriendo y yo sonreí.

-       Algo así. Necesito encontrar a un joven.

-       ¿Soldado?

-       No, un reportero.

-       No sé si eso lo tendré en las listas, pero puedo intentarlo.

-       Tampoco es estadounidense.

-       Eso lo complica más. Tendría que entrar en los archivos del otro país, es un delito federal.

-       Lo sé. Por favor… necesito encontrarle.

-       Lo intentaré. Haré algunas llamadas y trataré de averiguarte todo lo que pueda, aún tengo amigos en esferas más altas que tú y yo – me sonrió - ¿Qué nombre he de buscar?

-       Cloud Strife – le dije – reportero de guerra este año en Afganistan, volvió a España tras su misión. Debió coincidir su reportaje cuando yo estuve destinado allí.

-       De acuerdo, lo buscaré pero no te prometo nada aunque haré lo que pueda.

-       Muchas gracias Zack, es importante.

-       Lo sé, si no… no me lo habrías pedido.

-       ¿Qué te parece venirte a cenar esta noche a mi casa y lo hablamos con tranquilidad?

-       Me parece perfecto, además hay partido – dijo sonriendo haciéndome una señal como si batease indicándome que era Béisbol.

-       Genial – le dije sonriendo – veremos el partido cenando con unas cervezas.

-       El plan perfecto – me dijo – avisaré a mi mujer para que no me espere a cenar.

Me fui a casa sonriendo y es que Zack siempre era así de alegre y extrovertido, algo extraño porque los informáticos de la base no solían ser muy sociables, se encerraban en sus ordenadores y no había formas de sacarlos de allí, pero Zack era diferente, era un chico que le gustaba ir de celebración con los amigos y le gustaba también su trabajo, sabía diferenciar el trabajo del placer y la juerga.

Salí del edificio y caminé por la base viendo a los niños jugar en el patio del colegio. Algunos soldados estaban de instrucción por la calle principal con su superior pero seguí caminando tras cuadrarme ante el superior en forma de saludo hasta que llegué a mi casa.

Me costó encontrar las llaves en la mochila y mi perro me miraba ladeando la cabeza curioso sin entender qué hacía. Acaricié su cabeza levemente y volví a meter la mano en busca de las llaves. Las encontré al fondo de todo y abrí la puerta. Tuve que hacer fuerza para abrirla, estaba un poco atrancada, seguramente porque la madera se había hinchado de las constantes lluvias y el poco mantenimiento en estos años. Tendría que arreglarla pero ya lo haría más adelante.

La casa estaba hecha un desastre, llena de polvo, telarañas y olía a cerrado, así que me dediqué a ventilar toda la casa y a limpiar. Estuve todo el día limpiando y recogiendo la casa mientras mi querido Husky dormía en un rincón de la terraza plácidamente sin inmutarse por los gritos del resto de soldados que hacían instrucción cantando tras sus sargentos.

Acabé tarde y aproveché en ducharme antes de que llegase Zack a cenar. No tuve tiempo de preparar nada así que pedí unas pizzas. Por suerte… cuando él llegó traía cervezas bajo el brazo y coincidió con el pizzero al que pagué de inmediato justo antes de meternos en casa a ver el partido.

Cenamos sentados en el sofá y no comentamos nada del tema de Cloud hasta que finalizó el partido. Fue un partido pésimo para mí ya que había perdido mi equipo, para Zack fue estupendo, él era de Baltimore y nos habían machacado con creces. Yo no podía evitar sonreír hasta que Zack mantuvo el silencio unos segundos.

-       Está en un hospital en Cantabria, España. Dicen que está grave pero al menos sigue vivo – me comentó tomando un sorbo a su cerveza.

-       Gracias – le dije aunque estaba preocupado.

-       ¿Vas a irte a España a buscarlo? – me preguntó.

-       Tengo que hacerlo.

-       ¿Por qué?

-       Esto te sonará extraño pero… él me pidió ayuda, lo he visto en sueños y sé que suena como la mayor locura de mi vida pero… ¿Cómo iba a saber de él sino te dijera la verdad? Jamás había visto a ese chico hasta que volví de la misión.

-       ¿Hasta que estuvo en el hospital? – me preguntó.

-       Es posible. Si lleva meses hospitalizado es muy posible. Creía que me estaba volviendo loco, enserio. Tengo que ir a verle, descubrir con mis propios ojos que estoy cuerdo y que todo era verdad.

-       Ve entonces – me dijo con seriedad – ya te he reservado un billete para ir a España. Aeropuerto de Santander, te he apuntado la dirección del hospital donde está ingresado.

-       Gracias, muchas gracias Zack.

-       Te cuidaré al perro hasta tu vuelta.

Aquella misma noche apenas pude dormir pensando en todo esto, en que iba a volar medio mundo para ver a un chico al que sólo conocía en mis sueños. Estuve muy nervioso y por la mañana bien temprano llevé al perro a la casa de Zack. Allí estaría bien, él tenía un niño de apenas cuatro añitos y seguro que mi perro iba a disfrutar cuidando y jugando con el hijo de Zack. Me despedí de todos y me marché al aeropuerto militar. Odiaba subir en esos aviones pero eran rápidos y encima me lo habían ofrecido, no podía desperdiciar la oportunidad. Me llevaron hasta el aeropuerto de Nueva York y de allí cogí el vuelo comercial hasta Santander, España.

Bajé del largo vuelo en el que no pude pegar ojo y pedí un taxi indicándole en inglés la dirección. No me entendió y tras repetírselo varias veces, acabé enseñándole el papel con la calle escrita hasta que entendió lo que ponía.

Me dejó a las afueras del hospital, le pagué y entré corriendo por allí buscando a la recepcionista mientras preguntaba por Cloud Strife, sé que tenía que estar aquí, Zack nunca se equivocaba en los datos. Las enfermeras se extrañaron un poco al verme con una bolsa de equipaje al hombre y hablando en inglés, debía de tener unas ojeras brutales. La verdad… yo nunca aprendí español, evitaba esa clase en el instituto y ahora empezaba a arrepentirme un poco.

Cada vez había más enfermeras allí, repetían el nombre que yo les había dado “Cloud Strife” y creo que lo conocían porque me hablaban en español tratando de explicarme algo que no entendía, hasta que al final llegó otra enfermera de cabello castaño y al ver el tumulto de gente se acercó a explicarme en un perfecto inglés lo que ocurría. Cloud estaba en coma desde hacía algunos meses y sus familiares intentaban explicarle al médico que debían desconectarle ya que él siempre había dicho que no quería vivir mantenido por una máquina. Eso era malo, porque no podían desconectarle, él estaba vivo, su conciencia lo estaba, me había llamado a mí para salvarle y lo haría.

Me dijeron el número de la habitación y corrí hacia allí hasta que encontré a sus padres. Intenté aclararles todo pero no me entendía, menos mal que la enfermera de antes me siguió preocupada y trató de calmar las cosas, trató de explicarles que no podían desconectarla ni exigirlo. Por suerte me enteré que en el hospital no hacían ese tipo de cosas, no permitían la eutanasia. Sus padres creían que yo estaba loco con eso de que había visto a su hijo en sueños, era normal y comprensible pero les pedí encarecidamente poder verle. Tras mucho pensarlo y dudarlo porque no se fiaban de mí, porque no me conocían y porque creían que estaba perdiendo la cabeza, decidieron dejarme pasar aunque con su vigilancia, ellos entraron conmigo.

Por fin pude ver a Cloud en persona, era igual de guapo que en mis sueños, bueno… en mis sueños era más guapo, quizá porque aquí estaba tirado en una cama, algo blanco y demacrado, pero era un chico muy atractivo. Rocé su mano con mis dedos sintiendo su suave piel, esa que había recorrido millones de veces en nuestros sueños. Amaba a este chico y por fin lo había encontrado aunque estaba en coma. Deseé que abriera los ojos y tomé su mano con fuerza apretándola entre las mías rezando porque abriera aquellos espectaculares ojos azules y me viera a su lado. Había recorrido medio mundo por él.

Epílogo

Cloud Strife

Oscuridad… es lo único que había y traté de abrir los ojos, me sentía cansado pero a la vez… quería despertar, era como si hubiera estado durmiendo durante una eternidad y no entendía el motivo de sentirme tan agotado como me encontraba. Traté de abrir los ojos pero desvié la vista en un movimiento algo brusco tratando de evitar la intensidad de la luz que entraba, no podía abrir los ojos y me quejé levemente. Mi cuerpo ni siquiera respondía con la fluidez de siempre. No entendía nada ¿Qué ocurría?

Escuchaba voces, alguien estaba a mi lado diciendo mi nombre pero no reconocía la voz, la que sí reconocí fue la de mi madre, me llamaba mientras mi padre avisaba a un enfermero ¿Un enfermero? ¿Por qué llamarle a él? Cuando conseguí abrir los ojos había un chico moreno con unos increíbles ojos azules a mi lado cogiéndome la mano pero yo no lo conocía, no sabía quién era ese chico, nunca lo había visto. Alejé mi mano con suavidad deslizándola entre las suyas y la alejé un poco mirándole con algo de miedo y confusión, no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando.

-       ¿Quién es? – pregunté a mi madre.

-       Dice que es un amigo tuyo – me respondió y vi al chico hablarme en inglés.

-       ¿Estás bien, Cloud? Que alegría que estés de vuelta.

-       ¿De vuelta? – pregunté mirando las paredes del hospital - ¿Quién eres? – le pregunté en inglés.

-       Soy… Noctis – me dijo – tú me llamaste, me pediste ayuda.

-       Yo… no te conozco – le aclaré.

El chico se quedó algo sorprendido y paralizado, no sabía qué hacer y al final con un “Disculpa, no debí haber venido” salió de la habitación alejándose por el pasillo. Quise detenerle y decirle que esperase unos segundos pero… la voz no me salió, mejor dicho, las palabras se quedaron atascadas en mi garganta. Me sentó muy mal todo aquello, me dio un poco de lástima pero es que yo no sabía quien era, no lo conocía de nada.

Mi madre se lanzó a mi cuello abrazándome con cuidado y aunque sonreí y me alegré de verla, no podía dejar de mirar hacia la puerta por donde había salido ese chico. La curiosidad de quién era o qué hacía aquí me invadía, supongo que mi vena de reportero seguía intacta. Deseaba saber quién era y cuál era su motivo o excusa para haber venido desde a saber donde sólo para ahora decirme un simple “no debí haber venido”.

Tardaron dos días en darme el alta médica, supongo que los médicos aún no se explicaban el motivo por el que había despertado, yo tampoco. Empecé a recordar cosas del accidente muy lentamente, había vuelto de Afganistán y estaba feliz de estar en casa después de las cosas que había visto y documentado. Había trabajado toda la noche para acabar de revisar todos los informes que debía entregar en mi empresa y me acosté prácticamente cuando el sol iba a salir. Me desperté allá a las diez y salí corriendo para llegar a la reunión de las once en punto. Por suerte la oficina donde trabajaba no quedaba muy lejos de mi apartamento.

Había quedado para la hora de comer con mi familia, apenas los había visto unas pocas horas cuando mi vuelo aterrizó en el aeropuerto. Ese vuelo fue uno de los mejores y a la vez de los más estresantes, por fin estaba fuera de aquella tierra inhóspita pero los nervios que sentía por dentro movidos por el reencuentro con mi familia… me tenían al borde de los nervios. Decirles finalmente que estaba bien, que me vieran en vez de hablar por web cam que a veces se cortaba la imagen y el sonido… era la hora de volver a tocar suelo y abrazarles, estar con ellos. Volvía a casa pero estaba ansioso de salir corriendo y abrazarles.

No había tenido mucho tiempo de estar con mi familia cuando llegué, apenas pude cenar con ellos por la cantidad de faena que me faltaba hacer. Decidí coger un taxi para llegar antes a la oficina y cuando iba caminando por la acera, justo al cruzar el paso de peatones fue cuando vi el coche que se dirigía hacia mí. Me quedé paralizado en el lugar y a partir de ahí… me desperté en el hospital.

Mis padres me comentaron que había estado cuatro meses en coma. No podía creerme que hubiera pasado ese tiempo en la camilla, para mí todo eso había sido como un sueño, había estado durmiendo y no recordaba absolutamente nada de esos meses, no había visto nada, era como si me despertase un día después de haber dormido.

Al llegar a casa me sentí segura y feliz, estaba de nuevo en mi hogar. Mi hermana decidió quedarse conmigo un tiempo mientras me ayudaba a ordenar un poco el desastre que tenía montado, todo lleno de papeles. Mis padres quisieron irse a casa a descansar pero quedamos para comer al día siguiente.

-       Oye Tifa ¿Quién era ese chico que vino al hospital?

-       Era un estadounidense, dijo que era marine y que había servido en Afganistán.

-       ¿Y por qué había venido?

-       Dijo que te conocía, que te había visto en sueños o algo así. Los papás pensaron que estaba loco pero él insistía en que le pedías ayuda y que querías despertar aunque no sabías cómo. Vino hasta aquí buscándote. Sabía cosas de ti que no debería saber, cosas íntimas.

-       ¿Cómo cuales?

-       Como que tienes una marca de nacimiento en el muslo derecho, una pequeña marca blanquecina apenas visible.

-       No lo entiendo, nadie se percata de ella.

-       Dijo que tú se lo contaste.

Seguí recogiendo las cosas hasta que al coger el informe que tenía que haber entregado apareció una foto traspapelada que cayó al suelo. La cogí entre mis manos y la miré, sonreí al recordarla porque la había tomado unos días antes de volver a casa. Me sorprendí cuando al fondo vi un batallón de combate de los estados unidos. Tuve que fijarme más en detalle y coger una lupa para darme cuenta que allí entre aquellos hombres vestidos de marines estaba el chico que había venido al hospital a verme. Me conocía… quizá no de Afganistán y no entendía cómo podíamos conocernos pero… no podía dejar que se marchase, algo nos había unido desde aquella tierra, desde hacía meses estábamos conectados y no sabía si mi conciencia había buscado un refugio tras el accidente encontrándole precisamente a él. Algunos científicos tenían la teoría de que existía la energía cuántica y quizá… podía haberme pasado algo así, sólo un quizá… pero no podía arriesgarme a perderle tras saber esto.

Salí corriendo de casa y mi hermana me preguntó dónde iba, le contesté que tenía algo importante que hacer pero que estaría a la hora de comer en la casa de nuestros padres. Llamé al periódico donde trabajaba, esperaba aún trabajar allí pero por el momento, lo más importante era encontrar a ese chico y lo haría. Llamé directamente a la expansión de una amiga y le pedí que localizase a ese chico. Le di datos que tenía de él y menos mal que era una gran investigadora, porque me informó del hotel en el que se había quedado, claro que su vuelo salía en apenas veinte minutos, seguramente estaría allí ya.

Cogí un taxi y le pagué el doble con tal de que llegase a tiempo. Llegué cuando faltaban cinco minutos para el despegue y corrí por toda la terminal, debía estar ya dentro del avión. La azafata no me dejó entrar y le dije que era una emergencia, que mi hijo se había colado por error en el avión y que tenía que encontrarlo. Pareció funcionar porque informó de un reciente error y me dejó subir a comprobarlo.

Supongo que luego tendría que ocuparme de todos los problemas legales por hacer esto pero tenía que hacerlo o le perdía para siempre. Subí al avión corriendo y caminé por el pasillo seguido de la azafata de vuelo. Vi su cabello al fondo en uno de los asientos, tenía unos cascos de música puestos en sus oídos y cuando levantó la vista y me vio se sorprendió quitándose los cascos y levantándose.

-       ¿Qué estás haciendo aquí? – me preguntó sorprendido pero yo me lancé para besarle con suavidad uniendo mis labios a los suyos en un dulce roce.

-       Quédate un poco más, por favor – le pedí.

-       ¿Te acuerdas de mí?

-       No, lo siento pero dame la oportunidad de conocerte, explícame todo lo que ha pasado estos meses, explícame cómo fuiste capaz de encontrarme – le pedí.

-       De acuerdo – me dijo – me quedaré unos días y te lo contaré todo.

-       Gracias, muchas gracias. Vamos… mis padres nos esperan para comer – le dije sonriendo.

-       ¿Tus padres? – me preguntó - ¿Ya tan rápido? ¿No querías tiempo para conocerme?

-       Y lo tendremos – le dije sonriendo mientras salíamos del avión.

Creo que por fin había encontrado al hombre de mis sueños y aunque quería conocerle despacio y comprobar qué clase de hombre era en la realidad, algo dentro de mí me decía que ya nos conocíamos, que teníamos una historia juntos y que podíamos hacerla realidad, teníamos una oportunidad y es que… una guerra… una tierra hostil y dos trabajos tan opuestos… nos habían unido mediante un sistema completamente desconocido. No entendía cómo mi conciencia pudo llegar a la suya pero había ocurrido y hasta que todo esto lo estudiasen los científicos… yo estaba agradecido de que hubiera ocurrido.

Fin